Existe un dicho que reza “las palabras son mas fuertes que los golpes” y honestamente, creo que pocas cosas son tan ciertas como esa frase. Las palabras cargan consigo un peso que es totalmente inmensurable; mismo que puede ser utilizado con fines positivos, o incluso pueden tener el poder necesario para despertar en nosotros reacciones negativas. Digo, esto es tan fácil de entender como el plantearse ¿Cuantas veces un “TE AMO” no nos ha dibujado una sonrisa en el rostro? O, por otro lado ¿Cuántas veces una discusión no nos ha estropeado el día? Esto comprueba que todo aquello que sale de nuestra boca tiene una resonancia que puede afectar de alguna manera nuestro entorno como sociedad.
Conforme han pasado los años, hemos sido
testigos y parte de la evolución humana; transformando poco a poco la forma en
la que nos comunicamos con los demás. Nuestro ingenio colectivo como sociedad y
nuestra capacidad de comunicarnos ha logrado que no solo expresemos nuestro
pensar y sentir con aquellos que tenemos físicamente cerca; pero además, hemos
sabido utilizar la tecnología para que nuestras palabras puedan llegar a
cualquier parte del mundo. Aunado a esta evolución tecnológica que usamos para
expresarnos día a día, también se suma la forma en la que nuestro vocabulario y
el significado que les damos a las palabras ha dado un giro de 180 grados.
Actualmente es mas común escuchar “buey” para referirse a una persona en vez de
a un animal, o se nos hace de lo mas normal decir expresiones como “agarra la
onda” cuando queremos pedirle a alguien que nos entienda; hemos ido creándoles
un doble uso a muchas palabras que ya contaban con un significado
etimológicamente valido.
Como persona con discapacidad motriz, desde muy
pequeña aprendí que las palabras pueden ser dichas con diferentes intenciones;
siendo el “herir a su receptor” una de las mas comunes. Desafortunadamente,
desde una temprana edad me di cuenta que el enfoque que muchas veces le damos
al “slang” que utilizamos se aleja mucho del significado etimológico que nos brinda
“La Real Academia de la Lengua Española”. Considero que como comunidad hemos
desperdiciado nuestra creatividad al inventar nuevas maneras de utilizar una
palabra ordinaria para denigrar al prójimo. Es como si al intentar insultar a
alguien le brindáramos automáticamente un súper poder a lo que hasta hace tan
solo unos momentos era solo un conjunto de letras que conformaban una palabra
mas de las miles que existen en nuestro idioma.
“Invalida”, “enferma”, “incapacitada”,
“tullida”, “paralitica”, “lisiada”, “discapacitada”, y
“minusválida”, son algunos adjetivos descriptivos con los que ciertas personas
en la sociedad se han referido hacia mi persona. Siendo el ultimo el que mas
peso ha tenido en mi mente y corazón. “Minusválido”, como muchas otras palabras
denigrantes que usamos en la actualidad, ha sido normalizada por nosotros
mismos por mucho tiempo; todo esto por el simple hecho de no detenernos a
pensar en el verdadero significado detrás de dicha palabra utilizada para
referirse a personas con discapacidad. Analicémoslo rápidamente: MINUS-VALIDO
(de menos valor). Cada vez que tu dices “Disculpe! Donde esta el lugar para
minusválidos?” o “ah! Es que es minusválida!”, literalmente estas infiriendo
que la personas con discapacidad en cuestión tiene un menor valor como ser
humano que las personas sin discapacidad.
Con el paso del tiempo, gracias a organizaciones
como la ONU – quien en 2006 declaró que la manera correcta de referirse a
alguien con algún tipo de discapacidad es “persona con discapacidad” – y el
apoyo de instituciones dedicadas a la inclusión, se han logrado grandes avances
en el tema de la utilización de los términos adecuados para dirigirse o hablar
de alguien perteneciente a nuestro sector de la sociedad.
Pero ¿Qué pasa con otros sectores de la
población que también se ven perjudicados por la forma en la que ha
“evolucionado” nuestro vocabulario? ¿Acaso son menos apoyados por no ser tan
“vulnerables” como las personas con discapacidad?
Tomemos de ejemplo a la comunidad LGBTTTI; ellos
como nuestro sector han tenido que pelear muchas batallas para “ganarse” su
lugar en una sociedad que desafortunadamente ve las diferencias como defecto y
no como virtudes. Los estereotipos, estigmas, etiquetas sociales,
discriminación y rechazo son tan solo algunas de las luchas que tenemos en
común ambos grupos. Sin embargo, no veo a muchas personas – que no sean LGBTTTI
– peleando por el respeto e inclusión de este sector. Basta con ir a un partido
de futbol para escuchar a las masas gritándole al equipo contrario “EHHHHHHH…
P*TOOOOOOO!!!”; esto sucede en pleno siglo XXI, en un país donde impera el
machismo y no se tiene pudor alguno al inculcarle dichos pensamientos
retrogradas a las generaciones mas jóvenes. La palabra “P*TO” – que me niego a
escribir con todas sus letras porque #NiñaBienDeTodaLaVida – como la palabra
“minusválido” ha sido transformada y utilizada bajo varios contextos a lo largo
de los años, haciendo que su uso en nuestro día a día haya sido normalizado.
En la modernidad no es extraño escuchar a
nuestros propios amigos decirse entre ellos “¡No seas p*to!” cuando lo que
tratan de decir es “¡No seas cobarde!” u oír el ya clásico “Él es p*to” al
hablar de un hombre gay. Pero la pregunta aquí es: ¿Cómo llegamos a esto? Para
empezar, debemos recordar que "p*to" viene siendo el diminutivo
de “Prostituto/Prostituta”; palabra que inicialmente fue creada para
referirse a alguien que se dedica a prestar servicios sexuales. Sin embargo,
con el paso del tiempo esta palabra que simplemente se refería al empleo mas
antiguo del mundo, fue ganando un doble significado; el cual ha sido usado por
décadas para herir a las personas gay. Los estereotipos, estigmas y la mala
información han creado este cliché dañino que dice que si no eres heterosexual
eres libertino, por ende eres alguien desenfrenado sexualmente que va de una
cama en otra; justo como seria una persona que se dedica a la prostitución. Fue
así, que esta palabra común y corriente adquirió el súper poder para herir a
una comunidad que como muchos de nosotros, solo busca la igualdad y aceptación.
No olvidemos así como las personas con
discapacidad somos mucho mas que nuestra discapacidad, las personas de la comunidad
LGBTTTI son mucho mas que su sexualidad, genero o preferencia sexual. Todos
somos mucho mas de lo evidente a la vista; somos seres humanos como cualquier
otro, con sueños, sentimientos e ilusiones.
Promovamos la inclusión, el amor entre nosotros,
la aceptación de la diversidad, el respeto y la empatía. Utilicemos nuestra
creatividad par inventar halagos que aun no han sido creados. Busquemos vivir
en un mundo que use sus palabras como flores y no como armas.
Xo
-F
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